Una noche oscura, donde incluso las estrellas se ocultaban de la vista del ser humano y las ratas rondaban los charcos de la ciudad, se escucharon los pasos acelerados del hombre gordo que corría y corría tratando de escapar, el corazón le palpitaba a su máxima capacidad, el aire le faltaba, su cuerpo le decía, le gritaba que no siguiera, ya no aguantaba mas por esa grasa acumulada por años en la panza, su mente, su voluntad le exigían mas y mas y ordenaban a esas piernas temblorosas que continuaran paso tras paso tenia que escapar sabia que su vida estaba en peligro, después de un rato, cuando la fatiga estaba al limite ocurrió otra lucha en su mente, que se diera por vencido, que todo esta perdido, que no aguantaría mas, y la misma mente se contradecía diciéndole, "no pienses solo actúa, sigue corriendo, da lo mismo si mueres por la fatiga, si te alcanzan te mataran, sigue, sigue", cuando cruzo la calle, metiéndose a un callejón sin salida, los gatos, salieron huyendo sobre los tejados, el hombre estaba atrapado, armado con su valor si es que lo tenia, él sabia que solo existía una salida, por adelante y ahí estaba su verdugo, su mayor miedo, "la muerte", vio que se le acercaba lentamente esa silueta, esa sombra, levantado al mismo tiempo el hacha, el hombre en una fracción de segundo vio su vida recorrer ante sus ojos, vio a su madre cuando él era bebe y le cambiaba los pañales popiados, solo ella le pudo limpiar el trasero con cariño y aun así él nunca le ayudo de anciana cuando ella mas lo necesito, recordó su adolescencia cuando dio su primer beso y le dieron esa bofetada en la cara y pateándole los testículos, el novio de ella, porque el hombre gordo es un completo abusivo, recordó su primer trabajo en el cual lo despidieron al mes porque siempre llego tarde y ebrio, cuando entro a la universidad y le anularon muchos exámenes, porque le encontraban los chivos, cuando entro al partido político y ahí si tuvo éxito, él tenia lo necesario para enriquecerse a costas de los demás, podía mentir, no tenia vergüenza, ni madre, sintió que el filo del hacha se le enterraba en el cráneo, en ese momento despertó sobresaltado, aun estaba en el congreso, en esa cesión larga y aburrida donde no le habían dado ningún centavo para que votara a favor o en contra, no le importaba, se rasco la panza sudada y mugrienta, y siguió durmiendo plácidamente.
Autor Martin Cabañas
Autor Martin Cabañas